jueves, 27 de noviembre de 2008

Catálogo y revista

" La poesía unida a la realidad es la historia "
María Zambrano

Plácido López no hace fotos, retrata poemas y los aterriza para que los humanos podamos percibirlos...Es lo que sabe y le gusta hacer. Plácidamente. Y no necesita nada más que sus ojos y un artilugio mágico - su cámara- para poder hacerlo. Para captar esos instantes o imaginar mundos infinitos donde todo - o casi todo - puede suceder.

Las personas de a pie, muchas veces transitamos por esto que llamamos vida, sin estar excesivamente atentos a lo que a nuestro alrededor sucede. Pasamos de largo, ciegos, dejándonos llevar, sin el tiempo o las ganas necesarias para observar esos momentos únicos que nos regala el día a día. Pero " no se puede vivir lo cotidiano sin segregar poesía ", dice Félix de Azúa.

Y es poesía lo que impregna los instantes que Plácido, plácidamente, capta, inventa o dibuja. Cuadros imaginarios de una realidad que nos envuelve, pero que el sabe componer, como poeta de la imagen, con su especial y única manera.

Vamos a caminar juntos, a través de este libro, por el bosque de su vida de fotógrafo. Un recorrido que se promete sugerente y en el que le queda todavía mucho trecho por recorrer, llevando siempre consigo en su mochila de explorador, la brújula dirigida hacia el horizonte de sus sueños.

El hilo conductor de este trayecto , será ese " más allá de su mirada "...

Si caminamos con los sentidos bien despiertos tal vez descubriremos al personaje que se oculta tras la cámara, quizás seamos capaces de intuir lo que el mismo seguramente desconoce. En nuestro viaje nos toparemos con fotografías misteriosas y surrealistas. Imágenes que nacen de su pozo mas hondo, y que - como hábil artesano - compone, inventando mil y una historias que nos lanza irónicamente. Con la intención de atraparnos en las redes de su pensamiento utópico, o de captar nuestra atención con mensajes de artista revolucionario en busca de una libertad ligada necesariamente a lo social.

Son algunas de ellas, escenas compuestas como estáticos bodegones coloristas. Obsequios con los que regala a sus amigos y familiares, una porción pequeña de su ser. En otras retrata mundos marginales, mostrando toda la fuerza, el colorido y la humanidad de esos espacios, de esas gentes distintas que habitan en las fronteras de lo habitual.

Pero no son gratuitos esos reflejos, esos destellos. Lo que el espectador capta, y - probablemente - lo que él pretende , es cuestionarse y cuestionarnos si nuestro universo ordenado no nos resulta excesivamente frágil. De ahí su empeño en introducir fragmentos de otras realidades donde el caos y la ruptura de moldes, nos invitan a seguir avanzando y luchando por todo aquello que consideramos justo.

Otras veces nos sorprenderemos contemplando inéditas escenas de ciudades o paisajes, ya sea transitando por la húmeda Galicia ( los lugares de su infancia ), por las calles de Cuba o de Madrid, o por distintos lugares de Marruecos. Esas imágenes están impregnadas de su historia, de sus viajes, de sus amores, de su pasión por vivir... Observadas y posteriormente detenidas en un instante , con esa luz que lo inunda todo, aunque sea a través de la niebla que desciende a las horas del amanecer. O después de la tormenta. Lo que el llama " el sol de las gallinas ".

Los retratos son un capítulo aparte en este recorrido. Retratos de personajes célebres como Rafael Alberti, Roberto Verino, Alaska o Camilo José Cela. Pero también personas anónimas: una vecina, su hijo o su hermana, un vendedor ambulante de cuadros, gentes que pasean por la calle... seres humanos hacia los que siente la necesidad de atrapar su alma escondida.

Cuando Plácido se detiene ante los niños, tanto si vagan por las aceras de cualquier ciudad remota, juegan entre los barcos abandonados del puerto, miran a través de una ventana o directamente a la cámara, consigue una relación de amor entre el espectador y su obra. Como en tantas otras fotografías. Pero en el universo de la infancia, es donde la ternura se le escapa a raudales, tal vez añorando esos momentos lejanos de un niño que, indudablemente, no ha dejado nunca de ser.

Pero nada es casual en los cuadros-fotografías de Plácido. Nada es fortuito. Todo encaja como un puzzle, tanto en sus paisajes, en sus retratos o en sus escenas marginales callejeras. Su arte no solo tiene que ver con la técnica sino con esa capacidad de sentir que detrás de cualquier esquina late una emoción, existe un mensaje, una ironía, un desencuentro, una pasión o un instante irrepetible.

Y en sus últimas creaciones que él titula " Mira quien Mira ", es donde nos muestra su madurez de fotógrafo experimentado y experimental. Son composiciones donde mezcla el blanco y negro con el color. El retrato con el paisaje o con la arquitectura. Hombres y mujeres que se escapan de sus límites y flotan en un lago de fantasía diluyéndose en el agua, o en el cielo o atravesando las rígidas aperturas de edificios en urbes imaginarias. Es aquí donde su imaginación se desboca y gracias a las nuevas tecnologías de la llamada era digital, consigue trascender definitivamente el mundo de lo real y transportarnos a mundos oníricos repletos de belleza y sensualidad.

Cristina García Rosales. ( Arquitecta y escritora )