martes, 3 de junio de 2008

QBA: Un viaje en la memoria






















































En 1998 conocimos a Plácido L. Rodriguez en su tienda-galería de Madrid. En ese momento nos dimos cuenta que estábamos frente a un hombre lleno de amor y respeto hacia la lejana isla de Cuba, la cual aún no conocía y nos dijo que su sueño era venir a nuestro pais. En agosto de 1999 ese sueño acariciado por él y su familia se concretó, vinieron a La Habana, se pasearon por nuestras calles, fueron a los museos, bailaron en los carnavales, cenaron y bebieron con los amigos, y sobre todo fueron felices de conocer a un pueblo muy cercano a sus corazones y a su indiosincrasia.







Plácido no vino a La Habana como un simple turista, vino como amigo y como fotógrafo, es precisamente a través del lente de su cámara que se acerca con mirada curiosa y gesto amable a este enmarañado mundo cubano. Aquí buscó las cosas cotidianas, la espontaneidad, el ofrecimiento imnato y la alegría del pueblo cubano a pesar de las necesidades a que es sometido y así se adentró no sólo en el mundo de la capital, sino que fue a beber de la savia del pueblo de provincia, de Trinidad, esa villa que ha quedado dormida en el siglo XVI y de Pinar del Río, con su Valle de Viñales y su Orquideario de Soroa. Con esto estamos seguro que Plácido quiso comparar con ese conjunto de imágenes, gestos y miradas perdidas en el tiempo de aquellos primeros coterráneos suyos que salieron de su natal Galicia y quedaron aferrados a esta tierra que nunca más regresaron.





Plácido no se conformó con deslizarse sobre la superficie del asfalto cubano. Penetró profundo y buscó en diversos ambientes, como la ondulante " lanchita " de Regla, el rodante y aplastante " camello habanero ", el minutero con su " polaroid criolla" y los bellos paisajes rurales de Viñales y Trinidad, entre otros.





A toda hora y en cualquier rincón encontró y apresó sus personajes porque su acercamiento no dejó de tener un cierto signo antropológico y lo que primó, finalmente, en cada experiencia, fue la comunicación directa, los diálogos con palabras " cubanas " ,propias de nuestra indiosincrasia, hasta llegar a las confidencias entre yo, tú y él. Cada fotografía contiene una historia personal, un pedazo de la vida de sus protagonistas y de su entorno.





Como cubanos sabemos que, Plácido realizó este pesquisaje,sin edulcorar ni dramatizar lo que su máquina fotográfica estaba captando: así se ofrece el cubano, así se dió Cuba, en éste primer viaje de Plácido a esta isla del Caribe.





Es así como estas fotografías nos imponen una mirada de frente y una sonrisa entera, llena de plenitud.





Plácido se acercó en esta primera oportunidad a Cuba con amor, y con ese sentimiento pudo alcanzar a ver, que es lo mismo que descubrir, lo que no se dice con palabras, lo que no se aprecia a simple vista. Con estas imágenes Plácido se llevó al " Viejo Mundo " la visión de los que miran bien, muy abiertos los ojos y el corazón, para beneplácito de la humanidad.





Por eso como cubanos queremos agradecer a Plácido no sólo ese conjunto de fotografías de nuestra realidad, sino su solidaridad con nuestra sociedad, su ayuda a esos bohemios fotógrafos cubanos que tocan a su puerta; su ayuda desinteresada a los buenos proyectos y sobre todo su amor de buen gallego hacia los buenos cubanos.





Rufino del Valle. ( Presidente del Fondo Iberoamericano de Fotografía )









Ramón Cabrales. Escritor y profesor. ( Ministerio de Cultura )





















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