viernes, 30 de mayo de 2008

Phothomenajes























Estos son retratos sin figuras, de cuerpo y rostro ausentes, sin pose, sin gestos en un instante sorprendidos. No quiso el fotógrafo que fuera de otra forma el homenaje que deseaba rendir a los que quiere. El fotógrafo es en este caso, un hombre amplio, tenaz y generoso, de cálida ternura, que viene de una tierra de agua salada y de silencio, su Galicia natal y misteriosa, con la cámara y el corazón abiertos al abrazo de la luz y los amigos. Tiene la mirada azul de quién confía, esa mirada serena que penetra en el rincón más profundo de los hombres, esa mirada limpia que genera la inmediata confianza del mirado. Y así el fotógrafo ya tiene un nuevo amigo a quién mirar, acercarse y conocer de la manera más sincera que aprendió: la cálida visión de su objetivo.




Plácido L. Rodriguez, Gomesende ( Ourense , 1954 ) es el fotógrafo. Es también el hombre que quiere aprehender esa parte de nosotros que le interesa, aquella que más inquieta a su conciencia, la que despierta en él la tensa calidez del sentimiento. Esa tensión capaz de remover el alma de cualquier artista y lanzarle a un nuevo proceso creativo a componer el momento fugaz de la belleza y lograr después fijarlo para otros como primero surgió ante su conciencia.




Así crecieron estos bodegones. Estos bellísimos homenajes que dedica su amistad a las personas más queridas y que por un tiempo fuimos los habitantes de su estudio. La luz, el color, su imaginación, los objetos dispuestos, la textura y su sensibilidad son los materiales con que Plácido construye la mágica atmósfera con que nos identifica. Allí se encuentran nuestras aficiones, el carácter que nos define, la tierra que nos vio nacer, la pasión contenida del trabajo o el momento más significado de nuestra vida. En cierta manera nos ha poseído durante ese instante que la fotografía convertirá en permanente. Hemos sido desnudados ante la cámara. Sorprendida nuestra intimidad, sin posibilidad alguna de defensa, el artista usa de ella a su placer. La reparte bordeando los objetos, disimulándola entre las luces matizadas hasta ocupar los espacios sugeridos, juega con ella, tranquilo y feliz por nuestra ausencia. Y a esta libertad que se concede ante nosotros, une Plácido el arma poderosa de su técnica, el lirismo, siempre tierno, de sus composiciones y la elegancia con que contempla el paso del tiempo - él dice que la fotografía es un refugio ante la muerte - . Quiso quedarse para sí el mejor retrato de nosotros, pero nosotros sabemos que nos entregó el sincero retrato de sí mismo.








Francisco Caro. 2000




poeta












" Detener el tiempo en un cuadro fotográfico es un reto a la Muerte y un justo tributo a la Vida ". Así se expresaba el joven Plácido L. Rodriguez en unas declaraciones a " La Voz del Tajo " el 20 de Octubre de 1984, con motivo de su primera exposición individual. " Un fotógrafo con señas de identidad ", sostenía el titular del reportaje.





Las sigue teniendo. Con el paso de los años y su madurez como artista comprometido, con una vena profundamente humana, este autor ha sido fiel a sus planteamientos. Ha venido haciendo trabajos profesionales dignísimos, que viene compaginando con su obra estrictamente personal. El porfolio que presentamos forma parte de su colección de bodegones dedicados a sus amigos. Sin duda alguna, el mejor regalo que pueda hacerte un fotógrafo : contruir una fotografía especialmente para ti, máxime si la hace un autor coherente, más que sólo rutilante.




Henchidas de sentida carga lírica - ¿ quién dijo que la fotografía no es también poesía ? -, estas poderosas imágenes de Plácido L. Rodriguez cautivan tanto por su tranquila belleza como por su impecable ejecución técnica.




Ambos presupuestos, creatividad y profesionalidad, no sólo no están reñidos, sino que el grado de conjunción de ambos es el que marca inexorablemente la talla - y, por ende, la cotización - de un fotógrafo. Plácido L. Rodriguez está entre los de primerísimo orden.







Manuel López . 1996




Director de " FOTO "





























Siempre ha deseado captar, y en algún aspecto llegar a poseer, las fugaces sensaciones de un instante, de una situación, de un objeto...


Busca desvirtuar la realidad para crear un mundo diferente de las imágenes cotidianas, un mundo mágico, irreal. Le gusta crear escenarios artificiales. Utilizar trucos, filtros, luces y brumas, sueños deseos, para entrar en ese mundo enigmático y bello en el que le encantaría existir.


Frecuentemente sus fotografías han sido creadas en función de una alegoría.


Para lograr sus fines narrativos, Plácido L. Rodriguez sabe crear en sus bodegones de surrealista ternura una atmósfera mágica y romántica. Las figuras de los objetos, captadas de manera muy realista gracias a la técnica utilizada, por esta misma técnica son manipulados hasta que se transforman en auténticos iconos. Por el sabio y cuidadoso uso de las luces consigue el fotógrafo que los objetos de cada una de sus imágenes se conviertan en elementos de una representación, en soportes de una evocación. Como en ese autorretrato en el que el recuerdo de la infancia parece fosilizarse junto a la vieja y usada máquina de fotos, mientras que un ramo de ajadas flores parece desintegrarse en un espacio sin volúmenes, donde la luz crea hermosísimos torbellinos de colores.O como en esa espléndida obra dedicada al hermano periodista, con su lúcida luz, al mismo tiempo dorada y gastada.


Pero siempre esa cuidadosa disposición de los objetos, usados como los elementos de versificación, como trazos de un pictograma. Jeroglíficos a desvelar, las imágenes de Plácido L. Rodriguez, tan meditadas, con esos colores que a veces nos hacen recordar los de aquellas fotos coloreadas a mano de antaño, siguen sin embargo siendo auténticas fotografías. Es el virtuoso uso que hace el artista de la luz, es el minucioso cuidado de los detalles en función de lo que pretende alegorizar lo que, en definitiva, nos revela que estas obras son en realidad el resultado de muchas técnicas artísticas superpuestas con mucho gusto y sensibilidad para intentar ofrecernos, a través de los objetos, la visión de un pensamiento.



Jesús Tablate. 1996


Director de " Album "







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