Estos son retratos sin figuras, de cuerpo y rostro ausentes, sin pose, sin gestos en un instante sorprendidos. No quiso el fotógrafo que fuera de otra forma el homenaje que deseaba rendir a los que quiere. El fotógrafo es en este caso, un hombre amplio, tenaz y generoso, de cálida ternura, que viene de una tierra de agua salada y de silencio, su Galicia natal y misteriosa, con la cámara y el corazón abiertos al abrazo de la luz y los amigos. Tiene la mirada azul de quién confía, esa mirada serena que penetra en el rincón más profundo de los hombres, esa mirada limpia que genera la inmediata confianza del mirado. Y así el fotógrafo ya tiene un nuevo amigo a quién mirar, acercarse y conocer de la manera más sincera que aprendió: la cálida visión de su objetivo.
Busca desvirtuar la realidad para crear un mundo diferente de las imágenes cotidianas, un mundo mágico, irreal. Le gusta crear escenarios artificiales. Utilizar trucos, filtros, luces y brumas, sueños deseos, para entrar en ese mundo enigmático y bello en el que le encantaría existir. Frecuentemente sus fotografías han sido creadas en función de una alegoría. Para lograr sus fines narrativos, Plácido L. Rodriguez sabe crear en sus bodegones de surrealista ternura una atmósfera mágica y romántica. Las figuras de los objetos, captadas de manera muy realista gracias a la técnica utilizada, por esta misma técnica son manipulados hasta que se transforman en auténticos iconos. Por el sabio y cuidadoso uso de las luces consigue el fotógrafo que los objetos de cada una de sus imágenes se conviertan en elementos de una representación, en soportes de una evocación. Como en ese autorretrato en el que el recuerdo de la infancia parece fosilizarse junto a la vieja y usada máquina de fotos, mientras que un ramo de ajadas flores parece desintegrarse en un espacio sin volúmenes, donde la luz crea hermosísimos torbellinos de colores.O como en esa espléndida obra dedicada al hermano periodista, con su lúcida luz, al mismo tiempo dorada y gastada. Pero siempre esa cuidadosa disposición de los objetos, usados como los elementos de versificación, como trazos de un pictograma. Jeroglíficos a desvelar, las imágenes de Plácido L. Rodriguez, tan meditadas, con esos colores que a veces nos hacen recordar los de aquellas fotos coloreadas a mano de antaño, siguen sin embargo siendo auténticas fotografías. Es el virtuoso uso que hace el artista de la luz, es el minucioso cuidado de los detalles en función de lo que pretende alegorizar lo que, en definitiva, nos revela que estas obras son en realidad el resultado de muchas técnicas artísticas superpuestas con mucho gusto y sensibilidad para intentar ofrecernos, a través de los objetos, la visión de un pensamiento. Jesús Tablate. 1996 Director de " Album " |
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