viernes, 30 de mayo de 2008

Un lugar en la calle

El prisma a través del que nos presenta su último trabajo Plácido L. Rodriguez, obtiene el placer no solo de aquellos que observan su obra sino también el de los que participan directamente en ella. Sus protagonistas, inmersos en el tablao callejero, son aludidos por el artista con una visión polícroma no exenta de un cacumen peculiar, que significa el último trabajo de Plácido, que vuelve a irrumpir, sorprendiendo.
Esculpido por su experiencia fotográfica, el autor de la obra muestra el mundo marginal que él observa, lleno de matices sutiles, que a lo largo de sus grandes travesías por la gran urbe ha buscado incansablemente; logrando como consecuencia de su inexorable indagación entrar en contacto con la realidad humana, convirtiendo en sus fotografías lo cotidiano en extraordinario, haciendo de la simplicidad lo esencial.
La corresponsabilidad de sus plasmaciones difunden su compromiso, su éxodo impertérrito hacia un mundo sobre el que busca nuevas reflexiones, por que para él no existe un axioma incuestionable, ante todo, del pozo de las esencias debe manar sabia nueva que oferte múltiples complicidades.
La calle no es un elemento de la composición supletorio, es el escenario sobre el que se produce el pavoroso movimiento físico de los cuerpos, que inmediatamente sirve para escribir la crónica del paso diario del tiempo. Crónica que algunas veces resulta dramática, mientras que en otras ocasiones sólo interpreta las pericias humanas.
La luz y los colores añaden las connotaciones necesarias para que uno acabe embriagándose de su trabajo, que Plácido L. Rodriguez ha comensurado dando como resultado una muestra homogénea y sólida que no hace otra cosa que refrendar lo que ya es una cautivadora trayectoria.
No hay claroscuros, sino un enriquecimiento al ver como interpreta los cánones fundamentales, desde su más pura esencia, con una fidelidad rigurosa en el que ha impuesto su propósito de divulgar un mundo con el que permanentemente está en contacto, sobre el que no se muestra ajeno y sobre el que reflexiona aportando una visión peculiar.
La vehemencia cotidiana de aquellos que intentan sobrevivir con su propia creatividad, toma también modelo en otro apartado a lo largo del reportaje de éste fotógrafo, con el que divulga unas estructuras disímiles a las cotidianas que podemos ver entre los mortales. Aquí el mundo marginal queda al margen

su escenario es el mismo, la avenida, el paseo, el parque, pero no su condición, que difiere y marca el semblante particular de cada uno de ellos.

Los detalles, momentos y lugares que se suceden están interdisciplinados, no han sido escogidos al azar. El artista los ha encadenado al fin de lograr conmocionar al espectador, al que pretende interesar para que éste no pierda el mas mínimo detalle. Todos los aspectos técnicos se han conjugado, con el objetivo de que no se deslicen incongruencias que pudieran hacer perder el significado del esfuerzo.

El resultado global de su trabajo es tan suculento y atractivo que invita a detenerse un momento frente a él. Las frescas sensaciones que se perciben en las plasmaciones de Plácido L. Rodriguez, glosan con cierta sabiduría un repertorio variado de lo que más cerca tenemos, de aquello que hoy al salir a la calle nos podemos encontrar a la vuelta de la esquina.

Anibal de la Beldad Caro. 1995

Periodista

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